Esta Intangible Soledad (Extracto)
Inmóvil, como un objeto sin vida pero consiente, yacía Gregorio, presa de una depresión profunda que lo consumía. Su cuerpo antes atlético, radiante de energía, se había convertido en una sombra, en una copia de baja calidad de si mismo. Por su mente viajaban innumerables recuerdos, de aquellos que dan la idea de que nunca fueron vividos y que ahora archivados en su cerebro, desempolvaba, sin la nostalgia de quien los revive, con esa frialdad que siempre lo caracterizo. Ni una sonrisa leve expresaban sus resecos labios, ni un brillo en sus ojos muertos, su respiración breve y silenciosa, parecía no existir. Pero pese a su patético aspecto, su condición física no era del todo deplorable, contrario al estado de su alma, gris, casi inhumana. Nunca fue feliz y no guardaba esperanza alguna de serlo en un futuro, de hecho el futuro para el no existía, solo un eterno presente, que se encajaba a su cuerpo como espina, que lo masticaba, digería y vomitaba, en un ciclo interminable, en una verdad austera, de que ese era su destino....
El Monstruo que llevas dentro (Cuento Completo)
Lo has sabido toda tu vida. Siempre el diferente, el anormal que se sienta en la esquina. El que se queda callado, al que la gente perfecta señala como a un enfermo terminal, con una repugnancia fuera de lugar. Ese eras tú, hasta ahora, antes de liberar al monstruo que llevas dentro.
Entonces todas las luces iluminan tu rostro macabro, todas las miradas angustiantes te observan; te temen, te odian, pero a nadie resultas indiferente.
Cruzas el pasillo con las manos esposadas, tu traje caro teñido con sangre, y dos fornidos guardias escoltándote, dejando atrás la mayor carnicería que hayan contemplado ojos humanos, un cóctel de sangre, órganos y huesos cercenados. Mientras los flashes de las cámaras fotográficas te mutilan con sus destellos, cierras los ojos, sonríes, disfrutas el momento.
...Desde las ventanas de todos los hogares, había más de uno, asomado, tratando de ver hacia el exterior; pero era imposible, no se distinguía figura alguna, todo se perdía en ese inquietante y pesado diluvio. Pocos eran los valientes que se encontraban fuera, la mayoría aquellos a quienes repentinamente el aguacero había cubierto y quienes desorientados, no tuvieron más remedio que permanecer inmóviles ante las inclemencias del tiempo. Los otros, unos pocos, a los que su espíritu aventurero había llevado a retar a la violenta naturaleza, que ese día alcanzaba condiciones climáticas tan extremas, ahora yacían inmóviles lamentando su fracaso. Las gruesas gotas se precipitaban una tras otra, sin dejar vació alguno entre ellas, como una maquina imparable a toda marcha cubriendo por completo el espacio. Lo que aparentemente se anunciaba esa mañana como un maravilloso día soleado, uno de esos días perfectos y felices, en donde cada parte del sistema, cada diminuto ser viviente, agradece al sol su calor y compañía, se había transformado sin previo aviso, en un día gris y frío, pero sobretodo en un día largo, muy largo. El tiempo transcurría retrasado. Cada momento, igual al anterior, parecía no acabar; visualizándose eterno y cuando finalmente terminaba, dada la similitud con los demás, no hacía la menor diferencia en el entorno, haciéndolo parecer parte del mismo instante...
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