Aquella noche Dios intento matarme, se divertía viendo como se extinguía mi vida cual llama que se apaga al agotarse el oxigeno.

Oprimía mi cuello fuerte y firmemente, yo títere sin voluntad alguna cedía ante su inmensa divinidad, mientras el se masturbaba violentamente al saber que yo luchaba por sobrevivir.

Mis manos se convirtieron en aves que volaban desesperadas en busca de refugio y que en su vuelo irrefrenable terminaban estrellándose inevitablemente contra la pared.

Agonía. Paz.

La cuerda que me sujetaba a la muerte fue cortada de repente por un Dios sádico y enfermo cuya silueta se reflejaba tenebrosamente del otro lado de mi espejo.


- Lo escribí hace mucho, lo daba por perdido, hasta que lo encontré en un viejo CD olvidado.

Ana Cecilia, gracias por llegar y poner de cabeza mi mundo. Por darme luz, paz y amor. Por hacerme perder la noción del tiempo entre tus ojos y la cordura entre tus labios.

Eres más de lo podia esperar.