Me encuentro en medio del océano
en las profundidades del mar que me consume,
mis gritos se ahogan,
mi cuerpo colapsa y se rinde.

Atrapado,
ante la fuerza del agua salada,
soy embestido por tiburones
que me destrozan entre sus fauces,
una camada de peces recoge mis ojos
de entre las sobras.

Mi vista se centra, perdida,
en la lejanía,
mientras oscurece,
en este universo angustiante,
eternamente azul.
Ana Cecilia, gracias por llegar y poner de cabeza mi mundo. Por darme luz, paz y amor. Por hacerme perder la noción del tiempo entre tus ojos y la cordura entre tus labios.

Eres más de lo podia esperar.